Si tuviéramos que poner una imagen a esta noticia, sería la de un sistema de poleas con un engranaje perfecto, donde cada pieza funciona conectándose con la siguiente. Esa imagen, tan poco relacionada con nuestra noticia de hoy, es en realidad lo que las profesoras de infantil realizamos en logico-matemáticas durante los tres primeros años de escolarización.
Ahí comienzan a utilizarse términos como las figuras geométricas con sus números de lados, las cantidades y sus utilidades, la agrupación de elementos y la extracción de elementos en el grupo… la ilusión de jugar con objetos reales que crean las bases de la matemática pura que pronto abordará sus libretas.
Afortunadamente en infantil, jugamos con la esencia de las matemáticas, con la parte más práctica y visible de la misma. Nos abordan números llenos de color y de canciones que nos ayudan a unirlos y a separarlos. Buscamos piezas, aprendemos a restar jugando al juego de las sillas, circulamos la grafía de cada número con cochecitos de juguete. Infantil nos brinda una oportunidad inigualable para crear esa maquinaria perfecta que nos ayudará con las complicadas operaciones que tendremos que realizar de adultos. La lógica de esto, es matemática pura. Nuestros niños reciben la esencia misma de lo que ven, lo que tocan, lo que les llama la atención. Por ello, la matemática abstracta que todos conocemos debe diluirse en un mar de temperas y de juegos para poder convertirse en algo concreto que llegue realmente a nuestros alumnos.
Es por ello que la matemática se hace viva, se crea y se experimenta como cada materia globalizada que tiene la suerte de encontrarse en un currículum de infantil. Darle vida a los números es algo fácil cuando todo tiene vida tu alrededor.
